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La masculinidad en cuatro momentos y una memoria.

Actualizado: 18 jun 2020


Autor: Anónimo.

En este corto relato etnográfico narraré cuatro momentos ocurridos durante la cuarentena y una memoria de la infancia, para entender mi subjetividad política como una persona que en la sociedad continuamente construye su identidad masculina gay/queer. El primer momento ocurre en las primeras semanas de la cuarentena, me nació llamar a mi expareja con la que no había hablado desde hace tres años, le dije que me alegraba oírle y que me disculpara por todos los malos momentos, por las peleas que llegaron hasta los golpes físicos y por los actos que le hirieron los sentimientos, que me tomo tiempo sanar, y que de verdad le deseaba lo mejor porque él es una gran persona y se lo merece. Luego al salir de la habitación me dice mi mamá que si él me llamo o yo lo llame, que esa llamada tan rara después de tanto tiempo sin hablar con él, me di cuenta que había estado pendiente de la conversación.


El segundo momento fue el 24 de abril, había llegado el esposo de mi mamá después de muchos días de estar en el pueblo de dónde proviene, en esos días que él no se encontró en casa sentí que algo tranquilo estaba pasando sin percatarlo de forma clara, frente a mi mamá y hermanos menores podía hablar por teléfono en la sala cuando llamaba a mi novio. Pero ese día después del almuerzo, cuando realicé una de las llamadas que cotidianamente le hago a mi pareja, y siempre que le hablo es de forma tierna y cariñosa, en ese instante un chiflido agudo alarmó a todos, pensé que el esposo de mi mamá estaba llamando a alguna de las personas que venden alimentos pero afuera de la casa no había nadie y apenas me di cuenta que ese llamado de atención estaba dirigido a mí, me pare del computador y le dije que no mas, que no ejerciera más violencia simbólica contra mí por tener de pareja a un hombre, pensé que tampoco era necesario para mi formar un problema así sintiera que estaba muy enojado pero no quería confrontar un hecho violento con más violencia.


El tercer momento fue el 4 de mayo, a mi casa llego de visita el único tío hombre que tengo en mi familia, y es por línea materna. Mi mamá junto a todos siempre lo recibimos con mucho cariño, él es médico cirujano y desde hace más de una década está metido de lleno en la iglesia evangélica, nos regaló unos alimentos, almorzamos y nos pusimos a hablar un rato de lo necesario que era el emprendimiento, pero yo tenía que entregar un escrito, así que me fui a mi habitación que está ubicada al lado de la sala y trataba de concentrarme mientras les escuchaba hablar, mi tío empezó con el tema de las profecías dentro de la iglesia y todo lo bueno que a él lo había ayudado al creencia en Dios, escuché como contaba que una persona que había nacido hombre y que había empezado a vestirse de mujer, después de ir a la iglesia evangélica había recibido la profecía del pastor que le dijo: “Dios te ha hecho hombre y serás hombre”, y esta persona retornó a la representación de la masculinidad, luego, mi tío bajo el tono de voz casi en susurro para decirle a mi mamá y a mi hermana que eso de la homosexualidad eran espíritus malignos que persiguen a la personas y de lo cual se puede liberar si se busca a Dios. Claramente bajó el tono de voz para tratar de que yo no escuchara, pero la verdad fue que además de escucharle tocó fibras sensibles en mí, es fácil decir que a esas bobadas no se les presta atención, pero en el momento que lo dice alguien que aprecias, me quedé callado sin posibilidad de hacer sentir lo pensaba.


El cuarto momento ocurrió al leer una denuncia pública en la se explica como un compañero de la Universidad ejerció violencia de género en forma física, verbal y psicológica contra dos mujeres con las que mantuvo distintas relaciones afectivas, quedé muy sorprendido al leerlo, él junto con otros tres compañeros fuimos coordinados por el mismo director para nuestros trabajos de grado, siempre le vi tan callado, una persona pilosa y al parecer respetuoso, pero ver esa otra cara de la personalidad del estudiante que tan solo había visto en los espacios académicos fue lo que me hizo cuestionarme a mí mismo, fue como un despertar dentro de mi propia masculinidad, le llamé, me dijo que estaba muy mal, que las cosas se estaban exagerando y que nadie debía meterse en su vida privada así que por favor que no lo llamara más. Este transitar por los colectivos LGBTIQ+ me ha ayudado a entender esas desigualdades que se ejercen contra la mujer y que la sociedad naturaliza, esa denuncia pública se compartió en redes sociales hasta darle muerte simbólica al estudiante, yo sí creo que se ejercició violencia contra la mujer, pero este acontecimiento junto a los tres anteriores, me hicieron pensar en la forma en la que he ido construyendo mi propia masculinidad, y en ese sentido es cuando llega la memoria, el recuerdo de mi padre cuando pequeño.


Primero quiero decir que a mi padre lo amo y lo quiero mucho hoy en día, pero mi papá fue alcohólico y drogadicto durante gran parte de su juventud, y a mi mamá y a mí nos tocó vivir parte de eso, entonces este relato además de descripción cumplirá una fuerza de catarsis, como aquella sanación que nosotros mismos sabemos darnos. Hay recuerdos de mi papá en los que él era muy violento, las peleas con mi mamá terminaban en los golpes, las sillas se partían contra el suelo, la policía llegaba y las lágrimas de mi mamá no paraban de rodar. En una ocasión él la encerró en el cuarto y mi mamá empezó a forcejear, yo creo tener menos de diez años y al escuchar el desespero de mi mamá abrí la chapa con un cuchillo, él sin nada de la cintura para abajo la tenía a la fuerza agarrada de los brazos sobre la cama, al verme él se vino a gritarme mientras yo sostenía el cuchillo en la mano. Las pelas como muchos le decimos a los golpes que nos dieron nuestros padres por no hacer caso, y el miedo se fue mezclando con el cariño, atento de su tono de voz cuando la situación cambiaba de color.


Fue mi mamá quien nos levantó a mí y a mi hermana menor, no se aguantó el maltrato y se separó, y aunque fue mucho el tiempo que le tenía fastidio a mi papá, que sentía el no poder perdonarle, poco a poco ese recuerdo se fue transformando, mi papá entró a un grupo de alcohólicos anónimos, empezó a ir a la iglesia, a leer libros que le ayudaran a ser mejor persona. Recuerdo que él esperaba la hora del descanso cuando estudiaba la primaria en horas de la tarde y entraba al colegio para jugar conmigo y con todos mis amigos en una montaña detrás de los salones, entre la hierba alta y pegándonos con unas semillas redondas y con pullas mis amigos decían; “tu papá es el mejor”, recuerdo que luego empezó a visitarnos a mí y a mi hermana los fines de semana, salíamos a recorrer el parque, comer helado, o visitar una tía, que un día después de escucharme repetir lo que mi mamá decía de mi papá me dijo “sea quien sea tu papá amalo como es” algo que hoy puedo entender como perdónalo por los errores que cometió ya que él te ama. Hoy en día mi papá es un gran amigo, es una persona que amo mucho, con la que converso plenamente y la única que al contarle a mis diez y seis años que era gay, se levantó de la cama, me abrazó y me dijo; “lo único que quiero es que estudies ya que yo no lo hice”, porque con mi mamá la vaina fue bien complicada.


Cuatro momentos con hombres blanco-mestizos en los que el tiempo del silencio adquirió distintas perspectivas en la cuarentena, y una memoria para analizar la construcción de masculinidad propia y de distintos actores, una expareja con la que pude cuestionar esa forma de representarme como hombre gay dónde las drogas y la rumba se sumaron a las violencias que nos ejercimos mutuamente, el esposo de mi mamá un hombre de más de sesenta años afiliado al partido político conservador y para quien no ha sido fácil comprender esta forma de hacer activismo LGBTIQ+, un tío en el que compartimos la necesidad de tener una espiritualidad pero dónde la religión de él crea la ilusión de un espíritu maligno sobre la homosexualidad, y una persona que uno cree conocer desde el ámbito académico, pero que muestra la necesidad de hacer de lo privado político.

Entender la subjetividad que agencia la identidad de género masculina tiene que ver más con la forma en la que yo como ser humano me configuro y relaciono a través de distintos aspectos culturales de un espacio geográfico específico, atravesado por distintas relaciones de poder que median prácticas, la forma de entenderme a sí mismo y representar mi cuerpo ante los demás. Herrera y Garzón (2014) expresan que la subjetividad “encarna una tensión entre aquello que se ha constituido como sujeto a través de los diferentes aparatajes y prácticas sociales y el trazo de libertad que no queda completamente inscrito en esos aparatajes y prácticas, pero que no obstante no puede manifestarse ni constituirse más que por su mediación” (p.10), un trazo de libertad al que Slavoj Zizek llama imaginación para desarticular el entendimiento, un trazo de libertad interseccional mediado por aspectos como la raza, la clase social y la nacionalidad entre otros, un trazo que se va delineando de distintas formas a lo largo de la vida por estar la identidad de género en permanente construcción, un trazo que pasa de la subjetividad individual a la subjetividad colectiva y política, y que permite entender la forma en la que se socializa la masculinidad gay/queer dentro del espacio privado de la familia o relaciones de pareja y el espacio público de la universidad, el trabajo y demás, por ejemplo pienso en las distintas tensiones que siente mi novio al pensar que su familia se entere que tiene de pareja a un hombre, cuando a él como hombre negro se le relaciona con la construcción de una masculinidad viril y heterosexual.


Pienso en los momentos en los que las inseguridades y los celos me hicieron ejercer violencia simbólica sobre la persona que en este momento me acompaña como pareja, un chico bello y sensible que pudo escucharme en momentos críticos. Esta suerte de autoetnografía da a entender lo importante para los hombres que debe ser hablar de sentimientos, comprendiendo aquellas categorías de reconocimiento que como hombre gay veo en otros hombres gays o no gays, en sus pequeñas luchas cotidianas, en sus intensas negociaciones encarnadas, en las sutiles transformaciones que mediante sus experiencias en los mundos que habitan de cotidianidades, espacios, cuerpos, identidades, compañías y soledades, se construyen momentos de autorreconocimientos identitarios, algunos conflictivos y otros más tranquilos. Cuestionando un sistema de creencias cisheteropatriarcal generalizado que ha hecho que hombres gays y demás identidades sexualmente diversas nos percibamos como anormales, marginales e inferiores, en un contexto binario cuya perspectiva dominante nos inferioriza y hace que busquemos la homonormalización representativa de la masculinidad viril, una masculinidad que lleva una herida profunda, una marca de violencia y dominación que continuamente me cuestiono hasta en sus formas más sutiles.


Entendiendo que no todas las experiencias de la masculinidad son iguales, pues mi historia subjetiva, mi situación de clase, mi vínculo con la academia y mi relación de cuerpo cisgénero gay se diferencian de las heterosexuales, bisexuales o de las experiencias de masculinidades trans. Comprender desde una mirada deconstructiva, la cultura patriarcal, autoritaria y machista que naturaliza la dominación masculina y la subordinación femenina, ha sido pensar en ese sueño que otras teóricas feministas han mencionado; una sociedad andrógina y sin género, en el que la anatomía sexual no tenga ninguna importancia para lo que uno es y con quien hace el amor. Tal vez como lo menciona Andrea García Becerra (2010) porque es en las identidades donde se desarrollan las más intensas luchas y negociaciones, donde se experimentan las más enconadas batallas, unos dolores intensos y algunas pequeñas victorias que ayudan a persistir en sociedad.

Referencia bibliográfica.

García, A. (2010). Tacones, siliconas, hormonas: teoría feminista y experiencias trans en Bogotá (Tesis de maestría). Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia.

Herrera, J. D., y Garzón J. C. (2014). SUJETO, SUBJETIVIDAD Y CIENCIAS SOCIALES. En Alvarado, S. V., y Ospina, H. F. (Eds.), Socialización y configuración de subjetividades. Construcción social de niños y niñas y jóvenes (pp. 55-80). Siglo del Hombre Editores S.A. Disponible en https://www.jstor.org/stable/j.ctt15sk9hd.5


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