Autor: Milo López.
Dicen que escribir es como un ejercicio de exorcismo y bueno intentaré sacar todos los “demonios” que habitan los rincones de mi mente que divaga fuera de la norma.
Generalmente uso tinta sobre papel, pero aquí voy en digital pues el mundo así lo exige ahora. Se me ocurre empezar contando que mi nombre ha sido todo un dilema, no me identifico siento que no encajo en él, no va conmigo, en resumen, nunca me gustó y no me gusta. He preguntado infinitas veces a mamá y papá por qué lo eligieron y hasta el momento no llega un argumento sustancial. Siempre inician un pin pong entre ellos y finalmente no hay respuesta.
Mi papá dice que quería llamarme Gabriela o Natalia. Pero creo que tampoco me identificaría. La verdad preferiría un nombre menos binario. Pienso que eso de los nombres debería ser un poco más flexible y poder cambiarlo cada vez que lo creamos necesario. Son muy estáticos para mi gusto, y para mis identidades. Pero nos obligan a asumirlo así pues en este sistema tan heteronormado y leguleyo es casi imposible transitar por los nombres, con los pronombres ya es suficiente. Entonces desde hace algunos años decidí simplemente llamarme Milo. (Junté las primeras letras de mi primer nombre con las de mi apellido y ya está) pensé que iba a ser fácil, pero abundan las mentes cuadriculadas que les cuesta llamarme así diciendo que simplemente ese no es mi nombre en la cédula. Con el tiempo me cansé de discutir con ese tipo de personas que no tienen un mínimo respeto hacia las identidades. Pero no por ello he dejado de hablar del tema ni dejaré de hacerlo porque de cada conversación algo quedará en alguno de esos cuadritos mentales. En las últimas décadas el tema del género ha tenido un auge grande con el feminismo, la revolución de los cuerpos, la antropología y la diversidad sexual. Hay muchas corrientes y desde la academia infinitas teorías. La academia es importante y un gran pilar, pero en realidad no soy muy cercano a ella. Prefiero la construcción desde la experiencia desde la subjetividad y los aprendizajes populares que hurgan y representan de manera clara y digerible las realidades. Desde la academia hay teorías y pautas maravillosas, pero cada persona se enfrenta a una realidad particular en el momento de reconstruir su identidad de género, la cual estará sujeta a una infinidad de aspectos que hacen casi imposible que puedan encajar totalmente en una sola teoría. Por eso me encanta todo lo que abarca la palabra interseccionalidad. (Palabra que conocí hace un tiempo gracias a los amigos antropólogos y feministas) y es que eso somos seres atravesados por un sinfín de situaciones las cuales van marcando el ritmo de nuestras construcciones y deconstrucciones. Voy a ir años atrás para describir un poco mis experiencias por el largo camino hacia mi identidad de género. Tema espinoso y complejo para muchas personas y por supuesto para mí también, pues a mis 43 años no logro ubicarme o retomar mi identidad. Siento que se está haciendo tarde, pero voy dando algunos pasos para explorar, y así poder pararme firme para dar esa batalla de transitar y salir de la norma castradora y así pronto poder recorrer con tranquilidad esos sorprendentes senderos del género. De mí podría decir que me enamoran los atardeceres, que amo los perros y que hay tanta contradicción adentro que mis días se mueven entre la filantropía y la misantropía, y que a pesar de tantas grietas que han ido dejado los sacudones de la vida sigo soñando un montón de nuevos mundos. Cuando tenía seis o siete años aproximadamente creía firmemente y sentía que era un niño. (También pensaba que la luna me perseguía y que las líneas blancas de la carretera eran infinitas) amaba las vacaciones de verano, porque viajábamos a la finca de mis abuelos donde era totalmente libre para vestirme como quisiera y jugar a lo que se me antojara sin importar si usaba carros, balones, espadas, arcos, etc. Recuerdo que con Juan (mi hermano 2 años menor) decíamos que éramos mellizos y mi abuela compraba la ropa de vacaciones igualita para los dos. En ese maravilloso lugar yo podía usar botas, sombreros, jugaba fútbol, ordeñaba vacas, recogía pasto, cogía café, salíamos en los caballos, nos inventábamos toda clase de juegos donde yo era un niño y me sentía supremamente bien. Mis abuelas (tuve tres) apoyaron siempre lo que quería ser sin prejuicios ni tabúes, en el fondo ellas lo sabían. Pasaron los años y yo seguía jugando con mi hermano y amigos cada verano, y cada diciembre hasta que llegaron una serie de episodios que empezaron a cambiarlo todo: 1. Tetas: tan extraño, el cuerpo cambiando. 2. Menstruación: tan incomodo, nada que hacer tenía que aceptar que nada iba a ser como antes. 3. Adolescencia: tan difícil empezar a cumplir estándares absurdos. Esos asuntos dieron un giro total a mi vida, recuerdo toda la incomodidad que sentía al usar cierta ropa, de una moda totalmente binaria. Después de varios años de ser "una femm" me cansé de tener una expresión de género que no era la mía y un día del año 1994 me rapé y así fue como empecé a dar pequeños pasos para reconstruirme por primera vez. Recuerdo que entonces mis papás (muy tradicionalistas) no me dejaban salir con cierta ropa y bueno me quedaba encerrado en la casa, pero vestido como quería, otras veces guardaba la ropa en un maletín y en la calle me cambiaba. (Recuerdo que Antonia mi hermana siete años menor con su mirada me describía la magnitud del regaño que me iban a dar cada vez que me encontraban así en la calle y además subido en una moto. Creo que ella también tendrá esa imagen en sus recuerdos). Empecé a vivir mi vida loca tratando de encontrar alguna respuesta a todo lo que pensaba y sentía. Luego vino la época de salir del clóset (creo que se sale de ahí una y otra vez), siempre supe que me gustaban las mujeres, desde los seis años flipaba por ellas. Y por fin llegó la época de los besos, las novias, y el escarnio. En esa época sin entender mucho acerca de la orientación sexual e identidades de género me asumí como lo que me dijeron que era: una lesbiana. (Jamás había escuchado esa palabra y realmente no sabía que era). Con el tiempo la entendí y asumí una lucha política desde esa palabra. El tiempo siguió su curso y con el también llegaron épocas de sentir vacíos, de no entender que era lo que realmente había en el fondo, aunque generalmente si sabemos lo que pasa, pero nos cuesta y nos da miedo (ajeno) asimilarlo, enfrentarlo, exponerlo ante la familia, y ante esta sociedad cruel, con imaginarios distorsionados que juzgan y devoran todo aquello que se salga de su sistema cisheteropatriarcal. Ser “diferente” en una pequeña ciudad del sur tan conservadora, clasista y religiosa como Popayán no ha sido ni será fácil y creo que eso mismo ha hecho tan lento o casi imposible explorar, transitar o fluir en el género. Por fortuna en los últimos cinco años he observado una maravillosa ola de jóvenes transgénero dispuestos a romper todos los esquemas de esta sociedad patoja y han empezado a ponerle un poco de trabajo y color a estas mentes “blancas” como las paredes de la ciudad. Los admiro, y aplaudo que hayan iniciado esa batalla. Porque aceptar y asumir una identidad de género que se sale de la mal llamada normalidad jamás va a ser algo fácil, se necesita mucho valor y fortaleza para hacerlo. No solo desde lo social que prácticamente nos aniquila, sino también desde lo personal, lo emocional y físico pues para quienes no lo saben el tratamiento de remplazo hormonal es para gente fuerte, decidida, que sabe muy bien lo que quiere. No es un juego y si no se hace de forma adecuada y con acompañamiento médico puede estar en riesgo la salud, y la vida. A las personas que en este momento están pensando, y reflexionando acerca de su identidad o quieren iniciar un tránsito solo puedo decirles que sigan el instinto, la respuesta siempre está adentro, nunca afuera, eso que sentimos en el fondo de nuestro ser, esa esencia con certeza nos llevará a donde queremos. Tomen el tiempo que sea necesario, y tengan claro que hay diversas formas de transitar, no solo las que nos han impuesto.(el género es un espectro no un aspecto) no permitan que los días sigan pasando en blanco y mucho menos que los demás vayan aniquilando sus sueños. En este multi universo caben y son válidas todas las formas de ser y amar. "Mi cuerpo es mío, es mi frontera mi nido ahí no pasarás todo lo riego y lo arriesgo porque es mío no lo tendrás es mi agua, mi aire mi respuesta de pájaro y de jaguar no lo atraparás mi cuerpo es mío es mi esencia mi río ahí no devastarás todo lo pinto y despinto porque es mío no lo atacarás es mi danza y maremoto mi sal mi idea a enhebrar y mi tela no te la adueñarás” Susy Shock.
Te felicito por tomar esa decicion y por animarnos y darnos esa fuerza para enfrentar la sociedad, que es uno de los mayores temores que tenemos las personas trans.